He tenido tiempo de viajar; aunque visité sitios que ya conocía, definitivamente, cada viaje es diferente: las situaciones, los acompañantes, el clima, las impresiones, los recuerdos y tanto más. Como eso que dicen de que no se puede cruzar el mismo río dos veces, no puedes hacer un mismo viaje dos veces.
Primero estuve por
Barcelona, se me ocurrió llevar a un amigo que no la conocía y servirle de guía por esa ciudad que tanto me gusta. La había visitado en dos ocasiones anteriores, una vez
en invierno y otra en primavera. Esta vez sí me pude bañar en el mar de la Barceloneta y fue más que todo turístico nuestro paseo, hay demasiada gente en Barcelona en el verano. Eso sí, conocí el barrio del rock, en el Distrito de Sant Martí, donde está “La Oveja Negra,” un bar muy conocido al cual no entramos porque había mucha cola; otro llamado “Hijos de Caín,” me encantó el nombre; nos decidimos por escuchar música en vivo, en una punk rock party en la "
Sala Rocksound", se presentaban bandas locales que me recordaron aquellos días en mi ciudad natal cuando iba a ver los toques de mis amigos. Le tomé fotos a Colón, que desde esa estatua señala la dirección hacia el Nuevo Mundo.
No nos olvidamos de pasear por el Barrio Gótico, tomarnos unos zumos naturales en el Mercado de la Boquería y de ir al MACBA (Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona) que es parada obligatoria para mí, ya que lo que más me gusta de Barcelona es que es la ciudad del skate. Fuimos a ver el Camp Nou, Parc Güell y los edificios de Gaudí en el Passeig de Gràcia. Después de tres días le dijimos Deu a la Ciudad Condal y regresamos a Madrid. No leí nada en este viaje más que el mapa del metro, pero jugué el Rockband Beatles y otra edición, por primera vez usé la batería eléctrica. Fue un paseo redondo.
Diez días después estaba en la Autovía del Sur viajando hacia la Costa Gaditana, a un pueblo llamado Conil de la Frontera, cerca de Cádiz. En este caso era la segunda vez que estaba de visita por Conil y esta vez tuve más tiempo para disfrutar de la playa y de la tranquilidad que brindan los pueblos, aunque como todos los años es imposible escapar de la gente en verano. Esta etapa vacacional duró dos semanas y media en las que me dediqué a producir endorfinas, la playa es el sitio donde más disfruto haciendo deporte. Además, terminé la cuarta temporada de Skins, tengo mucha curiosidad por saber qué pasó, me informaron que explicarán todo en un capítulo especial. Finalicé también Amanecer, la cuarta y última parte de la saga Crepúsculo, de la cual disfruté sobre todo el estilo fresco de la autora, Stephanie Meyer, y las nuevas características de las que dota a los personajes fantásticos que protagonizan su historia. Me pareció un acierto por su parte descubrírselas a las nuevas generaciones desprovistas de todos los prejuicios religiosos a las que estaban asociadas en el pasado, con los nuevos tiempos deben llegar las nuevas ideas, aunque sólo sea para perfeccionar una ya existente.
Para finalizar mi mes libre, volví a la Costa Gaditana, esta vez hasta el Faro de Trafalgar, a asistir a una timbalada que celebran todos los años al lado de los Caños de Meca. Una fiesta de percusión en la playa no tiene comparación, fue el final perfecto para mi verano fuera de Madrid. Ahora vuelta a la realidad, a enfrentar responsabilidades no tan apetecibles como escribir entradas en el blog, estoy segura de que todos saben a lo que me refiero. Todavía no termina el verano pero, ciertamente sí, el tiempo de vacaciones.